miércoles, 12 de enero de 2011

A lo cubano

Un día a lo cubano es una jornada llena de riesgos. No me refiero a pérdidas o ganancias en un negocio, ni tan siquiera al sube y baja de los precios en el mercado o a la crisis financiera internacional. El peligro está en la necesidad recurrir a la ilegalidad para sobrevivir.

La mayoría de la población de la isla consume lo que busca en cada jornada. El salario a los más ahorradores puede durarle una semana. Al resto, entre las deudas del mes pasado, la electricidad y la cuota subsidiada, se le agota en un día. Significa que lo que queda del mes hay que vivir del invento. Una forma de vida que los mismo cubanos llaman “vivir del diario”.

Vivir a lo cubano es comprar o revender cualquier cosa pero siempre consciente de que se comete un delito de receptación, especulación o acaparamiento, según sea el caso. Es recurrir al mercado negro, siempre mejor surtido que el estatal, y con precios más económicos.

Es saber vivir en apariencia, porque en cada cuadra hay comité que “vigila”. Una organización que está consciente de que nadie vive con el salario. Por eso crearon una presunción que no admite prueba en contrario: el vecino mejoro económicamente porque le manda una remesa o vive del invento.

Incluso para las autoridades esta presunción es válida. El aumento del nivel de vida del ciudadano es causa suficiente para iniciar en su contra, un procedimiento de confiscación por enriquecimiento ilícito. En este caso, la carga de la prueba se invierte. Es el individuo quien debe probar a las autoridades, que su patrimonio no es fruto de la ilegalidad.

Los cubanos además, tienen el deber de denunciar todo los hechos que transgredan la ley. El incumplimiento de dicha obligación, está previsto en el Código Penal como un delito. Todo está muy bien diseñado. El gobierno, para facilitar su trabajo contra las ilegalidades, creó una compleja red de denuncias en anonimato. Delaciones producto de envidias, rencillas y bajas pasiones.


La prosperidad del vecino, le preocupa y molesta a otro, que en años de frustración ve su vida estancada. Una discusión o litigio por cualquier cosa: la música alta, una disputa entre hijos, desacuerdo en cuanto a los límites de las propiedades colindantes, o simplemente cae mal porque es orgulloso y no saluda a nadie. Cualquier asunto puede ser el estimulo inicial para dar un chivatazo.

En otros casos se da información a cambio de impunidad… “hago negocios ilegales pero colaboro denunciando lo que hacen otros”. Es cuestión de necesidad, pero también es retorcido. Esta es la principal fuente de información de la que se nutren las autoridades, conocido como trabajo operativo secreto, prueba de culpabilidad irrefutable para la justicia revolucionaria.

La realidad es una, la cotidianeidad a la par que te obliga realizar conductas que violan la ley, ofrece vías para librarte de su peso. No interesa si para lograr la impunidad, necesitas dar información sobre la vida de otros. Lo importante es que se cumpla un lema del gobierno convertido en máxima de supervivencia: “lo mío primero”. Una exigencia que impone vivir a lo cubano.

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