miércoles, 12 de enero de 2011

Jineteras y Chupa-chupas

Laura Capote recién cumplió sus 22 años de edad. Dejó los estudios después que terminó el bachillerato. Ahora tiene un nuevo trabajo: se ofrece en las autopistas periféricas que bordean la Ciudad de La Habana. 
Sus clientes: conductores de vehículos  que detienen la marcha, a la señal que hace con sus manos.  Brinda varios servicios sexuales y por cada uno tiene una tarifa fija en moneda nacional.

Yadira Gonzales tiene 21 años y se dedica a lo mismo. Estudia en la Universidad de La Habana su cuarto curso de la Licenciatura en Historia. Se insinúa en las calles más importantes de la ciudad: Quinta Avenida, La Rampa, El Paseo de Prado.

Para llamar la atención de sus clientes, extranjeros en su mayoría, viste ropas llamativas y sensuales. Seduce con gestos y miradas eróticas. A diferencia de Laura cobra por los servicios en moneda libremente convertible y no le pone precios fijos.

Laura Capote y Yadira Gonzales, forman parte de esa juventud revolucionaria que tiene oportunidad de estudio y trabajo. Ambas ejercen la prostitución como un medio de vida. Sin embargo, no llaman por igual la atención de las autoridades policiales.

El sistema legal cubano no prohíbe la prostitución. No obstante, la reprime por considerar ilegales determinadas actividades asociadas a ella, como administrar un burdel o ejercer el proxenetismo. Sin embargo, la recriminación depende más de factores políticos- económicos que sociales.

A Yadira le resulta difícil pasar inadvertida, siempre terminan pidiéndole la identificación. Tiene dos actas de advertencia oficial por merodear sin causa aparente la zona turística. Una tercera, implica el riesgo de ir a prisión por conducta antisocial.   
Ese riesgo no lo corre Laura. Realiza su actividad en lugares prácticamente despoblados. Las autopistas interprovinciales son poco concurrida y sus señas no levantan sospecha. Parar carros (coger botella) es una opción  para trasladarse, en medio de la crítica situación del transporte. Tampoco necesita ropas llamativas para seducir.

Incluso en el barrio, las juzgan diferentes. A Yadira le dicen “jinetera”. Los que la conocen justifican su forma de ganarse la vida con frases como: “Esta luchando”. A Laura la llaman despectivamente “la chupa-chupa”. 
La diferencia en el trato policial se debe, en un primer punto, a que lo que Laura hace no daña la imagen del gobierno y es recriminada socialmente. Lo que gana le alcanza meramente para sobrevivir.

La situación con Yadira es distinta. Ella se insinúa en lugares concurridos. Sus  relaciones con extranjero dañan la imagen internacional del gobierno y tolerada socialmente. Lo que gana, incrementa su poder adquisitivo. Incluso, puede convertirse en uno de los “nuevos ricos”, a los que teme la dirigencia histórica. 
Las autoridades policiales persiguen, exclusivamente, la prostitución asociada al turismo. Sanciona por conducta antisocial a las jineteras. Sin embargo, tolera a las que se prostituyen en las localidades periféricas y que popularmente son conocidas como Chupa-chupa. Estas no preocupan, porque no perjudican.

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